EJERCICIO 02

 

ARQUITECTURA RESOLVIENDO PROBLEMAS.

Gran parte de la vida profesional del arquitecto se desarrolla sobre encargos, siendo su deber ético dar soluciones óptimas a las voluntades y sueños del mandante. Ya sea una casa o un edificio de oficinas, el objeto dado surge de la voluntad de un cliente que generalmente exige una solución lo mas ceñida posible a sus gustos y opiniones. Podríamos decir por tanto que la primera gran fuerza creadora viene del propio interesado. Nos incomode o no, esta es una práctica de larga data, que de algún modo nos vincula con las formas mas antiguas de producción artística, donde aristócratas y mecenas daban sustento contratando el servicio del arte. Práctica cada vez mas inusual en el mundo del arte, pero que ha sabido sobrevivir en la arquitectura siendo su manera más corriente de ejercicio.

La mayor parte de la arquitectura que hoy se produce depende de las medianas o grandes acumulaciones de recursos. Y es ahí donde recién entra el arquitecto. Por contraste un libro no necesita ser publicado para existir, puede ser guardado en un cajón y por tal no es menos real. Lo mismo cuando un pintor realiza su obra sin intermediar voluntades externas, económicas. La pintura concluida es plena de existencia sin importar para que o quien fue hecha. Es un modo generalizado de ejercer el arte, que en la mayoría de los casos puede ser practicado bajo muy bajas exigencias materiales. ¿Pero podemos decir lo mismo de la arquitectura? Creo que a diferencia de todas estas formas de creación esencialmente emancipadas de la coerción original (el porque y para que hacer lo que hacemos), la obra arquitectónica tiene muy poco margen para ser verdaderamente libre de la demanda y el servicio. Indudablemente al igual que el pintor recoge una temática para un cuadro, el arquitecto por si mismo puede ser seducido por una idea que origine nueva realidad. Más de alguna vez se nos puede haber cruzado la imagen resuelta de un paisaje nuevo, de una experiencia singular, de un sueño de ciudad, convencidos incluso del lugar concreto donde materializarla. Nos enfrentamos ahí a la potencialidad de algo nuevo, de algo que nadie nos esta pidiendo resolver, de algo que no parece una necesidad de primer orden y que ni siquiera el mismo destinatario imagina. Nos enfrentamos a algo que la mayoría de las veces se desvanece puesto que no existe mas que nuestra propia voluntad que apoye su estudio o materialización. La ausencia de mandante casi siempre termina neutralizando el impulso. Desistimos cuando nos vemos abandonados a la marginación de las ideas sin dueño. Sin embargo este problema es de orden organizacional, casi estratégico, es de la forma “mecenesca” de hacer arquitectura, pero no tiene que ver con el impulso que es lo verdaderamente relevante. La idea confirma que el arquitecto puede ser su propio mandante, por lo menos en el sentido de ser capaz de detectar esos nichos de creación. Solo queda aprender las herramientas para organizar ideas, tantear la realidad y saber comunicar y emplazar la participación y compromiso de las partes a lo creado.

Aquí es donde surge el arquitecto inventor, el gestor, o el sensor de nuevas realidades y poéticas posibles. Lo que hace este es reafirmar la emergencia de expandir los limites de acción y demostrar que no solo existe el trabajo nacido del encargo. Las tensiones sociales, las carencias materiales, los cambios culturales y la caducidad de las infraestructuras son algunos de los tantos problemas con los que se enfrenta el desarrollo de una ciudad, y de los cuales sin mediar pedidos, el arquitecto puede o mas bien debe hacerse cargo, reflexionando y actuando desde la ética y el compromiso inherente con la creación. Proyectar desde el «autoencargo» en ningún caso significa liberarnos de las restricciones propias de la forma tradicional de trabajo. La única y real libertad de “inventar” uno mismo el tema de acción es que una vez encontrado tenemos toda la libertad de adaptarlo a nuestra visión del mundo. Pero de ahí en adelante las restricciones son las mismas: costo, lugar, plazos y usuarios que trazan los margenes para la movilidad del arquitecto. El verdadero objetivo de escanear el mundo en búsqueda de instancias es desplazar de algún modo los pesados pero siempre movedizos límites de la arquitectura.

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